El éxito y felicidad de una persona, tanto
ahora como en las eternidades, dependen en gran medida de cómo respondemos a
las dificultades de la vida.
La adversidad proviene de
diversas fuentes. A veces puede que tengamos que hacer frente a pruebas a
consecuencia de nuestro propio orgullo y desobediencia; esas pruebas se podrían
evitar por medio de una vida recta. Otras pruebas son simplemente una parte
natural de la vida y pueden venir a veces aunque uno viva una vida recta. Por
ejemplo, podríamos tener pruebas en tiempos de enfermedad o de incertidumbre, o
ante la defunción de un ser querido. A veces, la adversidad viene debido a las
malas decisiones de los demás, de sus palabras o acciones negativas. El
sufrimiento puede venir también de un Padre Celestial amoroso, como una
experiencia de enseñanza.
Cuando algunas personas se
enfrentan a la adversidad, se quejan y se amargan. Hacen preguntas como: “¿Por
qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué tengo que sufrir esto ahora? ¿Qué he
hecho para merecer esto?” Estas preguntas tienen el poder de dominar sus
pensamientos. Tales preguntas pueden obstruir su visión, absorber su energía y
privarles de las experiencias que el Señor desea que tengan. En lugar de
responder de esta manera, debería considerar hacer preguntas como: “¿Qué debo
hacer? ¿Qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Qué debo cambiar? ¿A quién
debo ayudar? ¿De qué manera puedo recordar, en tiempos de pruebas, las
abundantes bendiciones que tengo?”
Se requieren respuestas
diferentes para los diversos tipos de adversidades. Por ejemplo, si tienen una
enfermedad, quizás simplemente deban ser pacientes y fieles. Las personas que
sufren por motivo de las palabras y de los hechos de otras personas, deben
esforzarse por perdonar a quienes les han ofendido. Las víctimas del maltrato o
del abuso deben buscar ayuda de inmediato. Si vienen pruebas por causa de la
desobediencia, debemos corregir nuestro proceder y, con humildad, procurar el
perdón.
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